Mediada la década de los 60 del pasado siglo el Club Atlético Boca Juniors necesitaba una renovación. Los geniales Valentim, Grillo y Meléndez, columna vertebral del equipo que le había dado tres títulos entre el 62 y el 65, pasaban sobradamente los 30 años y la directiva Xeneize decidió poner la venda antes de la herida.
Acudió a uno de sus proveedores habituales, Atlanta, histórico club del bohemio barrio de Villa Crespo en Buenos Aires. Depositó la nada desdeñable cantidad de 30 millones de pesos por el pase de cuatro jugadores, entre los que se encontraba el protagonista de nuestra historia de hoy: Abel Jorge Pérez Almada, un central de apenas 20 años que ya empezaba a llamar la atención por su físico y su extraordinaria velocidad al corte.
Quizás por su juventud no consiguió asentarse en el exigente club de la Boca y tras dos temporadas recaló cedido, tretas del destino, en el gran rival de su primer equipo, con el que se disputaba el dominio en el barrio de Villa Crespo. Hablo de Chacarita Juniors, equipo histórico aunque modesto, que hoy día recuerda glorias pasadas en los campos de la tercera argentina.
Si preguntas a cualquier aficionado veterano de Chacarita por Abel, seguro que inmediatamente una sonrisa aparecerá en su rostro. Y es que todavía hoy es recordado como parte clave del mejor equipo que ha vestido la elástica de los ‘funebreros’. El que, en el año 1969 y contra todo pronóstico, se proclamó campeón del torneo Metropolitano venciendo en la final a River Plate por 4-1.
Esa extraordinaria campaña le sirvió para regresar a Boca, aunque solo para comprobar definitivamente que aquel no era su lugar. Aprovechando el cartel que adquirió tras proclamarse campeón, cruzó el charco y después de no llegar a un acuerdo con el Sporting, donde estuvo seis meses, rechazó una jugosa oferta de Bélgica para venir a Murcia.
Un mito del murcianismo: El sheriff del área
Era la temporada 1972-1973 y Abel llegaba a un Real Murcia que estaba, cómodo, en lo que otros llaman infierno y para el club grana no es más que su cálido hogar.
Aquel equipo que dirigía Felipe Mesones basó su ascenso, como campeón para no faltar a la costumbre, en la eficacia defensiva de hombres como José López o el portero Ojeda y la ofensiva, con uno de los tridentes atacantes que más han rendido en la historia grana: Añil, Juárez y Vera Palmes marcaron casi 40 goles entre los tres. Se finalizó la temporada como el equipo más goleador y menos goleado de la categoría.
La temporada siguiente el equipo mantuvo la categoría agónicamente tras dos victorias en los últimos dos partidos, frente al Rácing de Santander y el Celta de Vigo. Fue la temporada del gol de Vera Palmes en el Bernabéu, que no solo pasó a la posteridad por servir para sacar el único punto que el Real Murcia se ha llevado de Chamartín, también por su importancia en la película ‘Genaro el de los 14’, protagonizada por Alfredo Landa.
Aquel día Abel, que tras su primer año de adaptación había ganado protagonismo en su segunda temporada de grana, no pudo jugar por una pequeña lesión.
La siguiente temporada, con 28 años y la afición en el bolsillo, la afrontaba probablemente en el mejor momento de su carrera. Pero el destino, el mismo que le había llevado a triunfar en el gran rival de su primer equipo o a convertirse en ídolo de una afición a miles de kilómetros de su tierra natal se cruzó en su camino una tarde, en El Sardinero. Un planchazo a la rodilla de Barba tumbó al Sheriff del área para ya no levantarse, al menos no como jugador de fútbol.
Una infección en el postoperatorio estuvo a punto de hacerle perder la pierna, pero afortunadamente no fue así. Se organizó un partido homenaje frente al Cruzeiro y la afición murciana le demostró el cariño que en tan poco tiempo se había ganado.
Abel Jorge Pérez Almada, el sheriff del área, agradecido y enamorado de esta tierra, nunca se fue de Murcia. Durante años ha vivido en Molina y se le ha visto, con su rodilla todavía renqueante, como recepcionista de una pensión en la Plaza Camachos.