Recuperamos la sección “Leyendas Granas”, con la primera historia de la temporada 2014/2015. En ella trataremos de rememorar y en cierto modo homenajear a los futbolistas que han ido tejiendo la casi centenaria historia del club.
En la temporada 1949/1950 el Real Murcia consiguió su tercer ascenso a Primera División. Lo hizo tras derrotar en la promoción al Real Oviedo en un encuentro que se disputó a la misma hora que el España-Inglaterra del Mundial de Brasil 1950, el partido del famoso “gol de Zarra”.
Sorprendentemente, pese al ascenso, Pepe Griera dejó de ser el entranador del primer equipo para dirigir al Imperial. José Sierra, titular la campaña anterior, tomó las riendas del banquillo grana con escaso éxito ya que en la jornada nueve, merced a unos nefastos resultados, fue destituido. Le sustituyó el italo-argentino Lino Taioli que dos años antes había dirigido al Atlético de Madrid.
Taioli solo aguantó en el Metropolitano una temporada pero pasará a la historia atlética por pedir y conseguir el fichaje de Larbi Ben Barek, posiblemente el mejor jugador del mundo en aquel momento y el más talentoso africano de la historia. Para que se hagan una idea Pelé dijo de él: “Si yo soy el rey, el es el dios del fútbol" y cuando el Stade Français-Red Star firmó su venta al club colchonero en la prensa parisina se escribió: “Vendan la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, pero no a él”.
Para sustituirle llegó al conjunto parisino el protagonista de nuestro Leyendas de hoy: Abdul Abderrazak Ben Mohammed, jugador de banda que tras dos extraordinarias temporadas en el Sète FC había despertado el interés de grandes clubes. Allí no triunfó, fue cedido al Montpellier y regresó de nuevo al Stade hasta que Taioli, que había quedado prendado del inigualable talento de “la perla negra” colchonera, le reclamó a la vera del Segura. El marroquí de 1,76 m y 66 kg estaba lejos de las cualidades de su compatriota pero era un jugador de velocidad endiablada y juego vistoso, lo que unido a su exotismo (se cuenta entre los primeros africanos que jugaron en la Liga Española) le granjeó el favor de una afición que le llamaba cariñosamente “el morico”, como queda reflejado en los periódicos de la época que se refieren a él de ese modo.
Junto a él llegaron el francés Rene Raphy, el italiano Angelo Bollano y el argentino Juan Laureano. El equipo mejoró principalmente por la mayor calidad individual, se consiguieron victorias de mucho mérito en La Condomina contra algunos de los mejores equipos del momento: 3-2 frente al Sevilla FC, 2-1 frente al FC Barcelona y 2-0 contra el RCD de La Coruña, en el que probablemente fuese el mejor partido de “el morico” con la grana junto al de su deslumbrante debut ante el Elche. Hoja del Lunes abrió en portada con la victoria grana y un titular que rezaba: “Abderrazak figura expectante y técnica del partido”.
Aquel equipo acabó perdiendo la categoría ya que ni los fichajes ni el técnico consiguieron evitar la endeblez defensiva (86 goles encajados en 30 PJ) del conjunto grana. Las crónicas hablan de una plantilla talentosa desaprovechada por la falta de conjunción y de trabajo colectivo. Abderrazak jugó 12 partidos y convirtió dos goles (vs Athletic de Bilbao y vs Sevilla FC) en media temporada.
México, Francia y regreso a Murcia
El descenso conllevó la marcha de Abdul al Puebla de la Franja, cuyos directivos se fijaron en él en una gira por España en la que buscaban refuerzos para su equipo. Así se convirtió el ex murcianista en el primer jugador africano que jugó en el fútbol mexicano y durante cuarenta años el único. Su llegada causó un gran revuelo ya que, debido a las confusas informaciones, algunos llegaron a pensar que el marroquí fichado era el atlético Ben Barek.
Pese a la decepción inicial el habilidoso Abderrazak, “el negrito poblano” como fue conocido en su aventura mexicana, no tardó en ganarse al público azteca. Aquel año consagrado como la gran estrella del equipo se proclamó subcampeón de copa, pero su familia no se había adaptado a la vida en aquel país y decidió volver a Francia.
Las siguientes temporadas pasó por Nimes, Niza (donde completó dos brillantes temporadas, siendo importante en la consecución de la Ligue 1), Valenciennes, Olympique Alès y Olympique Lyonnais. En Murcia dejó un gran recuerdo, de hecho su regreso estuvo prácticamente cerrado en 1956 pero unos problemas burocráticos dieron al traste con la operación. Finalmente, como era su deseo, pudo volver a enfundarse la grana en la temporada 1958-1959 para completar su carrera pero con 33 años había perdido la chispa de antaño y su rendimiento no fue el mejor.
Pese a ello la parroquia pimentonera siempre trató con cariño al “morico de La Condomina” un pionero que rompió barreras en España y en México para mostrar al mundo, décadas antes de su explosión, las virtudes del fútbol africano.