"El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna. Hace medio siglo, era raro que un partido terminara sin goles: 0 a 0, dos bocas abiertas, dos bostezos. Ahora, los once jugadores se pasan todo el partido colgados del travesaño, dedicados a evitar los goles y sin tiempo para hacerlos", Eduardo Galeano.
La frase que abre este artículo forma parte de la obra más bella jamás escrita sobre el balompié. "El fútbol a sol y sombra" es una obra histórica de una persona inolvidable. Lo es porque nos recuerda el origen de este deporte, su razón de ser: el propio juego; el que nos emociona por la alegría o la decepción, pero también el que nos estremece y nos pone en pie al degustar su belleza. Galeano condenó tan enérgica como constantemente, en esa y otras obras, la deriva mercantilista del fútbol. Se lo dictaba su conciencia, y también la consciencia de que una vez que dependiese de los resultados no solo un título y un ascenso; sino también multitud de intereses económicos o incluso la supervivencia de un club, el juego, el fútbol, el gol y el espectador pasarían a un segundo plano. Y así fue.
Hace tiempo que son recurrentes debates absurdos sobre qué es lo que debe primar en un club de fútbol, si jugar bien o ganar, como si al jugar bien renunciases a la victoria. La primera respuesta, obvia, es que para ganar de manera habitual es necesario jugar bien, otra cosa es que ese hacer las cosas bien sea más o menos vistoso. Llegados a ese punto alcanzamos la segunda conclusión lógica: la inmensa mayoría de los futbolistas disfruta más practicando un fútbol ofensivo y teniendo el balón que lo contrario, y la inmensa mayoría de los seres humanos es más eficiente y productiva cuando disfruta su trabajo que cuando no es así.
Está ademas el hecho de que la belleza y la vistosidad quedan en el recuerdo y generan aficionados, puntuales y habituales. Es por ello que un servidor ha acabado recordando más y con mayor cariño el corto periodo en el que Pepe Mel dirigió al Real Murcia, pese a la discreta décimo tercera posición final, que otras campañas más exitosas. Y es por eso que lo mismo me ocurrirá al transcurrir los años con la temporada en la que de la mano de Julio Velázquez se rozó el salto a la máxima categoría.
¿A cuanto de qué viene todo esto, dirán? Al de que Murcia se ha vuelto a ilusionar con el Real Murcia. Lo ha hecho por ese instinto natural que desde 1919 imbuye a nuestra ciudad, de natural ajena a las andanzas del Real Murcia, pero históricamente presta en su ayuda y protectora cuando el abismo aparece a sus pies. También por la encomiable y añorada labor del club a nivel social, y por los precios populares de los abonos. Incluso puede que muchos perciban equivocadamente el insuficiente lavado de cara del consejo como una suerte de postsamperismo.
Pero Murcia afronta con ilusión la temporada 2016/2017, antes que por todo ello, por un entrenador de fútbol llamado Paco García, que en una entrevista de Luis Manuel Valero para el blog Mondo Moyano aseguró, poco antes de firmar por el Real Murcia, que le gusta presionar arriba, ser protagonista y (¡aleluya, hermanos!) que su medio centro baje a recibir y sea algo más que un recolector de segundas jugadas. Un hombre de fútbol, consciente de lo mucho que hay en juego en cada partido, de que el fútbol es más que un espectáculo, sí. Pero también de que en su esencia es, y siempre será, sobre todo un espectáculo.