Lunes, 04 Mayo 2020
  • DESDE LA TORRE DE LA MARQUESA

El ejercito murcianista se ataca a sí mismo

GDM


Algunos renovaremos nuestro abono llueva o truene. Se pueda o no ir al estadio. Pero sin Adrián seremos menos y lo haremos, de nuevo, decepcionados y sin la ilusión que ha surgido en esta temporada especial.

El 17 de septiembre de 1788 tuvo lugar uno de los sucesos más surrealistas de la historia bélica. El ejército austríaco estaba preparado para enfrentarse a las tropas otomanas, pero antes decidió mandar una avanzadilla de caballería ligera para reconocer el terreno. Los húsares elegidos hicieron su trabajo, comprobaron que no había turcos a la vista y decidieron celebrarlo agenciándose unos barriles de licor, de los que, según cuenta la leyenda, dieron cuenta hasta no acordarse de sus nombres.

 

Embriagados por el alcohol surgió una pequeña refriega entre ellos, que se saldó con varios tiros al aire. Nada grave si no fuese porque en retaguardia alguien lo tomó como un aviso y gritó: “¡Los turcos!”.

 

La batalla de Karánsebes fue uno de los sucesos bélicos más absurdos de la historia, porque en ella el ejercito austríaco se atacó a sí mismo. Tanto que los turcos, al llegar al lugar dos días después, solo encontraron 10.000 cadáveres esparcidos por el suelo.

 

Pocas historias definen de manera más gráfica lo que supone pegarse un tiro en el pie, pero el Real Murcia lleva 100 años tratando de emularla.

 

La última del serial la están protagonizando aquellos de los que menos sospechábamos. Los miembros de un consejo de administración que, como otros murcianistas que están fuera de él, han dedicado muchos esfuerzos, tanto económicos como personales, para tratar de dar viabilidad al club.

 

Un trabajo intachable y que todos los aficionados granas debemos agradecer, pero que no los convierte en dueños del club, ni mucho menos en intocables ajenos a la crítica o a la opinión contraria a cualquiera de sus decisiones.

 

Esto último es lo que se desprende del incalificable comunicado oficial publicado en la noche del 1 de mayo. Un comunicado que “rechaza cualquier presión o campaña para la toma de decisiones estratégicas del club” y que se explaya en loar el trabajo de Julio Algar, mientras se limita a citar como mérito de Adrián Hernández la consecución de objetivos. Ah, y el hecho de haber sido elegido por el director deportivo.

 

La realidad es que Adrián Hernández ha logrado los objetivos marcados, sí. Lo ha hecho con una plantilla joven, según muchos mejorable en función al gasto realizado. Pero eso está lejos de ser lo más importante. El de Churra ha logrado una comunión con la grada que no se recuerda en la ciudad, una identificación mutua que solo puede traer, con paciencia, los éxitos que todos estamos esperando. Ha demostrado ser un líder, un profesional más que preparado del que todos sus jugadores y exjugadores hablan maravillas.

 

Así, la multitudinaria defensa que ha recibido de la afición en redes sociales no ha sido más que el fruto a un trabajo honesto. No hay presión ni mala intención en que el murcianismo defienda a uno de los suyos. No la hay en que apueste por el modelo que nos han vendido, el que Adrián Hernández encarna como ningún otro. Tampoco en que pida que se le haga, a él y a su equipo, una oferta digna que demuestre que hay confianza en su trabajo.

 

Algunos renovaremos nuestro abono llueva o truene. Se pueda o no ir al estadio. Pero sin Adrián seremos menos y lo haremos, de nuevo, decepcionados y sin la ilusión que ha surgido en esta temporada especial.

 

De consumarse el disparate de su no continuidad, la siguiente acción debería ser clara: cambiar el himno del club por la sintonía de Benny Hill. No me negarán que sería mucho más apropiada si lo que se pretende es relatar los 100 años de historia de un club maravilloso, que siempre resurge de sus cenizas con el único objetivo volver a rociarse con gasolina y prender la mecha.


Autor: Berto Gallego - @bertoga
Fotografia: GDM - @GoldelMurcia

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